martes, 13 de mayo de 2014

Campamento de altura Nevado de colima 2014

Por Alan Fausto, 

rover grupo XXXI Tlaquepaque



Lugares tan hermosos y majestuosos como éste, no siempre se tiene la oportunidad de visitarlos, y con la buena compañía de los scout. Por eso, el campamento de altura en el Nevado de Colima fue una experiencia única e inolvidable para mí.

La diversión empezó desde que montamos el camión en el monumento de Las Águilas en Guadalajara el 25 de enero. Mis amigos y hermanos scout Jorge "Mongol", Ricardo "Pesca", Jesús "Chuy" y yo empezamos a tomarnos fotos. Eso tiende a atraer a más gente, y en unos pocos segundos ya teníamos a todos amontonados y encimados acaparando cámara para poder salir en la foto.

De ser un puño de desconocidos, comenzamos a platicar todos. Conocí a muchas personas: Ro y Lu, claneros del grupo 4, me hicieron reír bastante y nos hicimos buenos amigos. Ro, Lu, Pesca, Chuy, Mongol y yo empezamos a cantar, era un ambiente divertido y agradable en lo que llegábamos a un pueblo donde debíamos transbordar a un camión especial para acercarnos al punto del Nevado donde empezaría la caminata.

Ahí nos presentaron a la persona que sería nuestro guía, el que nos daría indicaciones y prevenciones durante la caminata y el campamento. Los jefes nos dividieron por grupos para que cada grupo fuera un equipo. En el trayecto conocí a un compañero llamado Alger, aunque nosotros le decíamos Regla, iba solo igual que yo, y ambos decidimos unirnos a los tres caminantes del grupo 1, formando así otro equipo.

—Levanten la mano quienes tengan muy buena condición física —pidió el guía.

Pesca y yo la levantamos, y por eso nos pusieron la posición de barredoras, que es como le dicen a los encargados de auxiliar a cualquiera que se sienta mal y apurar a los que se queden atrás. Al principio creíamos que sería fácil, pero después de unas cuantas horas de caminata por la gran montaña una chica del grupo 4, Gaby, se empezó a sentir mal y se rezagó hasta que la alcanzamos los barredoras: le dio mal de montaña. Uno de sus amigos integrantes del equipo, Juan, también del grupo 4, se ofreció a cargarla hasta alcanzar a los de adelante, sólo que el genio tampoco gozaba de muy buena salud y se lastimó la columna. Gritamos a los demás que se detuvieran, rápidamente yo cargué a Gaby y la llevé hasta adelante, donde se encontraba el guía, para que eĺ la auxiliara mientras mi amigo Pesca se encargaba de Juan. A los pocos minutos, el guía mandó traer una camioneta, donde se llevaron a los "heridos de guerra".

Una hora después, uno de los jefes se empezó a sentir mal, y a él le siguió otro. Aquello parecía una epidemia, pero sólo era pésima condición física. A uno de los jefes se lo llevaron en la camioneta después de haberse quedado en un poste junto con el jefe Eduardo, quien también se sentía mal. Seguimos caminando por varias horas, a duras penas, pero por fin llegamos a La Joya.

Nos llamaron a formación y nos dieron instrucciones, levantamos el campamento y como buen merecedor de un descanso, me eché a dormir.

Para el que no sabía, en el Nevado de colima hay una zona con una unidad deportiva del Code, donde los atletas de alto rendimiento van a entrenar. Ese día nos llevaron a un recorrido muy interesante por las instalaciones del Code, después jugamos bull dog. A esa elevada altura, el juego era demasiado agitado, los madrazos dolían más por el frío, pero ¡cómo nos encanta!, ¿verdad?

La noche llegaba, después de algunos juegos volvimos a la zona de acampado porque debíamos tomar precauciones contra el frío. Las fogatas no se hicieron esperar. "¿Qué le dijo Jesús a san Lázaro?, aliviánate, aliviánate…", así comenzó la guerra de canciones, historias de terror, muchos chistes de todos los tipos y Mongol logró un récord de más de 15 abucheos. Todo era muy divertido, pero por desgracia nos mandaron a dormir.

Al día siguiente sólo nos dieron una hora para desayunar. Estaba a punto de comenzar lo que todos esperábamos con ansias: la caminata hacia las antenas del Nevado, una de las partes más altas de la montaña y la más cercana a la punta llamada el picacho.

La caminata fue demasiado larga pero durante ella nos llevaron a las cabañas de Los Tres Cochinitos, salimos y comenzó a llover minutos después; la lluvia se convirtió en aguanieve y luego la nevada nos hizo frente. El dolor de pies se fue, todos estábamos tan entusiasmados por la nieve que caía del cielo, al principio recolectábamos la poca nieve que caía con nuestras camisolas, chamarras, gorros y otras cosas; era impresionante presenciar el fenómeno natural de una nevada. Horas después, ya no necesitábamos recolectar la nieve, empezó a tapizar el suelo y la guerra de bolas de nieve se desató. Teníamos gran entusiasmo y emoción por llegar a Las Antenas. Después de una buena guerra de bolas de nieve, era de esperarse que estuviéramos todos mojados, pero valió la pena sufrir un ratito de frío.

La nevada nos sirvió para distraernos, llegamos al pie de las antenas e hicimos una breve parada de 10 minuos para reagruparnos y descansar Pesca y yo seguíamos hasta atrás, de barredoras, acarreando lentos.



Ya en la cima, había una enorme cantidad de nieve, nuestros pies se hundían en ella, nos emocionamos todos y otra gran guerra sobrevino; esta vez no eran simples bolitas, sino unas grandes bolas de nieve de 15 a 20 centímetros de radio. Era más divertido, más para el que la lanzaba, no para aquel al que le pegaban.

La vista era inmensa he impresionante, nunca había visto nada igual, o al menos no como me tocó verla esa vez, yo ya había ido a ese lugar, pero sin nieve. De nuevo, las fotos con todos no se hicieron esperar, pero lo mejor de todo era que los celulares agarraron señal estando en las antenas y todos comenzaron a mandar mensajes. Después de un largo rato tomando fotos, enviando mensajes y disfrutando de la gran vista, por desgracia debíamos bajar y, como siempre, Pesca y yo teníamos que ir hasta atrás, sólo que entonces el guía nos acompañó y se puso a jugar con nosotros como si fuera un niño de manada: nos guerreó con bolas de nieve, nos deslizábamos en la nieve y, lo mejor de todo, nos estampábamos en la nieve blanda para dejar una huella enorme de nuestro cuerpo.



Llegando ya al campamento nos dieron indicaciones de recoger todo para hacer el cierre de actividades, nos llamaron a formación, repartieron los parches y dieron los premios a los equipos, las categorías eran: mejor cordada, espíritu scout y mejor campamento. Mi equipo gano los de  mejor cordada y espíritu scout. En la foto, yo soy el de lentes.

En el camión de regreso, las risas y las canciones continuaron. Yo hice la actuación de la tía Jacinta y mataba a todos de la risa, contaron chistes y así fue hasta llegar al otro camión que nos llevaría de regreso. Derrotados por el cansancio, caímos todos ya estando arriba. La verdad es que estuvo muy padre, si me preguntan "¿volverías a ir?", sin dudar yo respondo que sí.

Por Alan Fausto, 

rover grupo XXXI Tlaquepaque

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